miércoles, octubre 27, 2010
El combate de siempre
sábado, octubre 23, 2010
Quiero ser un Beatles
Ojó: para hacer más amena y real su lectura, el autor -o sea, yo- recomienda -encarecidamente- escuchen y vean el video clip.
Es mediados de setiembre, tengo doce años. Papá trae a casa un CD con recopilaciones de grandes músicos de los años sesenta, setenta y ochenta. Lo compré a buen precio, me dice. Camina al equipo de sonido, coloca el disco y espera unos segundos a que lea el contenido. Yo miro a papá. Siempre me pareció un hombre interesante con cosas raras para contarme de su juventud en Miraflores, de sus bailes con mamá en discos en el Centro de Lima y los festivales de salsa que presentaban en el Callao. Mientras pienso en todo esto la música se muestra.
-Quienes son- pregunto, recordando la melodía de una película que mamá ve cada vez que puede: Grease, creo que se llama, o Vaselina. Los Bee Gees, contesta papá. Me callo tratando de encontrarle sentido. Es muy antiguo, digo por fin.
Aburrido doy media vuelta. Espera, dice papá. Vuelvo el cuerpo arqueando una ceja. Esto te va a gustar. Please please me de los Beatles, agrega.
Papá no está equivocado. Lo que al principio me parece un tema incomprensible termina por sonar tan bien que le pedo me cuente más de ellos. Entonces escucho por vez primera acerca de los cuatro de Liverpool.
Mientras escribo este post escucho mi canción favorita -In my life-, recordando que mi primera intención antes de redactar fue realizar un homenaje periodístico a la banda que tantos buenos recuerdos y anécdotas le dio a papá y a millones de personas, quienes, por azar o por justicia, disfrutan aun ahora de aquellas canciones al lado de sus hijos o nietos o ambos. Sin embargo, mucho se ha dicho y escrito ya de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr -como grupo y como solistas-. Sus nombres son marcas registradas y cada día leemos más y más cosas sobre ellos: desde su separación, la muerte de John, la influencia que tuvo en él Yoko Ono, las recopilaciones de sus mejores canciones, su vídeo juego. Tanto que a veces se olvida cuanto amaron ellos la música y cuanto divirtieron a nuestros padres y abuelos. Tanto que uno más, en condición tan humilde, no podría decir nada nuevo, nada que no se sepa, nada que no se haya leído o escuchado.
Entonces este post termina por ser una voz al cielo por los que se fueron, por lo que representaron en su tiempo y por lo que aun representan. Un agradecimiento por tener la buena idea de haber hecho lo que les gustaba, de no tener miedo o de vencerlo si era necesario. Un agradecimiento por hacerme desear haber nacido en sus épocas para verlos en el Carven Club. Por Yesterday -misma que unió a mamá y papá, allá por los años ochenta-, por Love me do, por All my loving, por She love you, por Rock&Roll music, por Twist and Shout y por las muchas otras.
Disculpen la nostalgia y las pasiones, nunca les mencioné que sería fácil leerme... Solo que mientras pensaba qué escribir se me ocurrió qué hubiera pasado si fuera uno de los Beatles.
lunes, octubre 18, 2010
Campaña de fidelización
viernes, octubre 15, 2010
Encuesta
domingo, octubre 10, 2010
Sobre el nobel y otras cosas
sábado, octubre 02, 2010
Palabras
-Por fin llego. El viaje fue eterno. ¡Uf!, aún no ha llegado, eso es un alivio. Otro poco y ni la atino. En fin. Mejor me siento.
Lejos, aún, una chica, peine y maquillaje en ristre, mira su reflejo con aire preocupado. ¡Espero no se vaya ese muchacho!, piensa. Vuelve a pensar: ¡Ay!, pero si falta para la hora, no me debo preocupar.
En el parque Las Olivas, el joven termina otro cigarro pensando: si llega en cinco estaré relajado. No sabe que lejos la chica va por el sombreado.
Se para, se sienta, un cigarro y otro y no llega pero vendrá porque sé que me ama o, al menos, me amará cuando descubra mis habilidades de conquista. Sin duda, caerá rendida.
Tantos años de soltero tiene su efecto: una gata de nombre Lucero. La decimoquinta cita es la vencida, esta niña no se me esquiva. Y qué pasa que no se avecina. Paciencia, no te desanimes, seguro fue su rimel o algo por el estilo.
Llaves, celular, peine, espejo, maquillaje; oh, ¡por dios!, no cerré el garaje. Mira la hora: veinte para las nueve. ¡Bah!, solo cuarenta minutitos de retraso, ese chico está templado y esperarme no le será complicado.
Sube al auto, señores, pueden creerlo, sin síntomas de arrepentimiento, deseando no haberse olvidado nada. Dentro vuelve al conteo. Prende la radio, busca emisora. Al fin escucha una de Arjona, de esas sentimentalonas. Trata de recordar: apagué la televisión, las luces del cuarto, la comida para Ronaldo, el perrito de Gerardo, su hermano, que cuidará hasta marzo. Todo listo. Entonces nos vamos.
En el parque el chico se cansa de jugar con los dedos. Mejor voy a la esquina, piensa, de repente sale por ahí. Es mejor caminar que seguir aquí. ¡Ay!, si algo le pasó, se detiene de repente. Si algo anda mal, si un chofer asesino le chocó el carro, si está asustada en alguna avenida llamando a su tía o esperando que aparezca la policía pero nadie viene en su ayuda mientras yo pensando en tonterías. Anda más rápido, volviendo la cabeza de una lado para otro, mirando de cuando en cuando el reloj, rezando porque solo sea su imaginación, que llegue por el amor de Dios. La gente ve como el hombre junta las manos y mira al cielo pidiendo por quien sabe quien, es un espectáculo atrós, pobre señor. Sin embargo, al hombre esto le tiene sin cuidado, ya esta desesperado y por más que la llama ella no ha contestado. Si sigue así terminara en el manicomio. O, quizá, no va a venir y solo hace un teatro para despistarlo. Si, eso debe ser, ahora sale con otro sin importarle mis sentimientos... No le importa que ando llorando...
-¿Y mi celular?...Oh, lo tengo apagado- piensa la chica, ya no tan lejos de ahí, ya no tan despreocupada y ya no tan impaciente. No podía salir sin estar bien arreglada y sin dejar la casa ordenada, qué pensaría si lo llevara. Él entenderá, parece ser bueno.
Entonces descubre las llamadas perdidas, el mensaje de voz, el de texto. Maldición, qué exagerado, solo fue un retraso como si a él nunca le hubiera pasado.