El domingo 3 de agosto Lima fue testigo, en las
instalaciones del Centro Español del Perú, de una autentica fiebre Jedi. La
cita, que contó con la asistencia de cientos de personas, provistos con ‘sables
de luz’, máscaras, y demás indumentaria del universo de Star Wars, y que fueron
llegando a la cuadra 19 de la avenida Salaverry en el distrito de Jesús María
al promediar la 1:00 PM, dio inicio a lo que sería el IV Star Wars Day.
Entre exposiciones, stands con merchandising, talleres Jedi
para niños, de dibujos y manualidades, fotos con los personajes de la saga,
muestras de arte, y mucho, pero mucho, Lego (a cargo de los genios de Lego Club
Perú), el día a los fanáticos se nos fue en un abrir y cerrar de ojos.
Hablar del universo de Star Wars, de la lucha constante de
los malvados Sith cont la Orden Jedi, la pelea por el control absoluto de la
galaxia, las historias individuales que se escribieron entre los personajes, el
amor, el odio, las alianzas, las traiciones, las victorias y las derrotas,
sería tan amplio que probablemente esta nota terminaría siendo un libro
superior a las 1000 páginas. Y si tenemos en cuenta a las razas de alienígenas que
van apareciendo (Ewoks, Dugs, Drovianos, Rodianos, Wookies, Twi’Leks, y un larguísimo
etcétera…), imagínense. Pero que esta tan amplia información no desanime, ni
genere pereza, al lector que no conozca nada sobre la saga pues no sólo es una
forma de cultura sino también un medio de entretenimiento familiar tan rico que
es imposible aburrirse en él.
Dicho esto, no negaré mi admiración por el universo que
George Lucas, en la década de los 70’s, llevó a la pantalla grande. Entonces, y
lo suelto al paso, yo no estaba ni en proyecto; mis padres eran todavía jóvenes
y veían aún lejano el día que serían padres. Sin embargo, papá, eterno amante
de las historias de ciencia ficción, se enamoró tanto de la temática, de los alienígenas
que iban apareciendo uno tras otro, de Yoda, de Chewaka, del honor y valentía de
Luke Skywalker, y la belleza, y esto nunca me lo negó, de la princesa Leia que
no dudó en transferir a sus hijos esa devoción.
Nunca faltamos a las proyecciones en el cine de los
episodios I, II y III; y en la época donde los dvd’s se hicieron populares, era
parte de un ritual familiar ver al menos una vez por semana una película de la
franquicia.
Papá, cuando se encariñaba con algo, era tan afiebrado y
constante que no había poder humano que lo separase de aquello. De él saqué ese
afán por lo fantástico, y esa terquedad en la búsqueda de conocimiento.
Hoy, a su nombre, volveré a ver el episodio IV (‘Una nueva
esperanza’), que era su favorito pues estaba convencido que la vida, si bien no
es fácil, y que con los años uno entiende que es una lucha constante para
vencer a la adversidad, vale mil veces la pena vivirla porque ‘la fuerza siempre
estará con nosotros’
Ojalá papá estuviera vivo, seguro la habríamos pasado muy
bien en el 'IV Star Wars Day'.
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