jueves, agosto 19, 2010

Etéreo


No ha envegecido, simplemente se encuentra cansado por tantos años de idas y vueltas, de viajes eternos y amanecidas frente a la playa. Es todo. Y no es, tampoco, que quiera quejarse o buscar una riña por una vida que él mismo ha elegido. Simplemente, y espero lo comprendan, se encuentra cansado, con ganas de dormir.

Alejandro conserva la misma apariencia que por años todos lo han reconocido: cabello semi largo, castaño, barba mal cortada y castaña también, lentes grandes y gruesos color caramelo -de esos que nuestros abuelos señalaban como modernos en su niñez-. Aun es blanco, sonrosado de tanto sol que ha estado expuesto. Aun conserva la misma casaca roja con un símbolo malgastado, que ya no se diferencia con claridad y que bien puede ser una hoja de marihuana o una cruz católica. Aun ese morral incaico, gris y negro, con una llama en el centro, y otro morral rojo con una palabras en quechua y que traducido al castellano significa "Dueño del mundo" -"Pachakamaq"-. Aun la guitarra colgada al cuerpo, traduciendo arte y belleza en sonido por donde camine. Aun las chancletas y los pantalones ajustados de todos los colores con cuadrados de diferentes tamaños. Aun las ganas de aprender. Aun la música. Aun la austeridad. Aun recibir con alegría lo que la vida tenga bien en darle.


No voy a hablar de su niñez en la mejor escuela de San Isidro, ni de su familia aristocrática. Ni siquiera mencionaré por qué Alejandro decidió vivir como vive. No lo haré porque no tiene nada que ver con esta historia. Ahora nos une un hecho más importante: Alejandro está cansado. Alejandro -o "colorao", como le dicen los amigos- quiere dormir, acaso para siempre, acaso unas horas. Las largas jornadas han terminado por agotar al pobre muchachuelo color rosa. Ya no muestra todos los dientes cuando hace uso y abuso de su guitarra -Doña Pacha-, ni emplea toda la genialidad que aprendió de los Rivera Acosta, en el rancho Santa Marina en Chincha; ni danza con la elegancia de una bailarina de ballet y la sagacidad de un bravo del Callao. Ya no piensa en el sexo -cosa seria, caballero, piensa él-. "Y cómo pensar en tirar si ya tiraste todo lo que quisiste, sin importarte si era chico o chica. Te gustaba tanto un mosquito como una hembrita de Surco o Barcelona o Londres o Santiago. Pero a nadie amabas más que a Doña Pacha. Y a nadie más que a la música."

Alejandro quiere ponerse de pie. Quiere y no sabe cómo: acaba de olvidar cuales son los músculos que deben usarse para tamaña tarea. Ya no siente como antaño. Quizá la edad, verdad. No, no. Es que anda cansado. Necesita un descanso para recuperar energías. ¡Bah!, cojudeces de burgueses. Alejandro siempre fue un hombre de acción, de los que no les temblaban los pantalones para ir en busca una buena aventura. Por eso viajó, de pie, en autostop, en bicicleta, en moto y en cuanto transporte pueda, por casi todo el continente y otros países y ciudades y pueblos con nombres impronunciables e irrecordables. Acompañado por "Luz de Medianoche" -o Tati, para los desconocidos- y "Bacteria Terrenal" -o Ricardo Gonzales del Prado, para los que no puedan recordar su otro nombre-. Juntos siempre. Claro que otras veces iban con ellos forasteros o mochileros de otros sitios, o amigos que se animaban a un viajecito. Era común entonces que los nuevos conocidos -de otros países- no entendieran lo que ellos querían decirles y viceversa -de esa manera aprendieron unos cuantos idiomas-; sin embargo, al momento de hacer el amor no habría que entender algo más que el simple placer del cuerpo adueñándose de otro cuerpo.

Alejandro estira el brazo hasta donde se le es permitido. Mira sus dedos dibujando en el aire la silueta de una mujer, una dama de alcurnia intelectual, de las que ya no se ven por estos lares. Sonríe tomando conciencia de las cojudeces que piensa -significa tal vez que ya no se encuentra tan cansado como antes, o que la muerte le da la última revancha otorgándole el dominio completo de su cuerpo-. Vayan ustedes a saber. No me gusta especular. Sobre todo cuando de Alejandro se trata, es de mala educación. Lo cierto es que Alejandro trata de recuperar las energías perdidas dándose un buen motivo para ponerse de pie. A menudo los mortales necesitamos una buena excusa para no estrangularnos con las sabanas viejas. Y Alejandro la encuentra o la quiere encontrar. En fin.

Sus viajes le habían llevado a distintos lugares del mundo. Había aprendido otros idiomas y jamás necesitaba pedir permiso para decir o hacer lo que le salieran de los cojones. La mañana le otorgaba otra oportunidad para encontrarle un sentido a su vida. Y no fue hasta que conoció a "Luz de Medianoche" y "Bacteria Terrenal", parejas desde antes de que les guste el sexo opuesto, que descubrió lo que verdaderamente le importaba: la música. "Luz de Medianoche" le enseñó a tocar la guitarra mientras "Bacteria Terrenal" la flauta, la armónica, la zampoña y toda clase de instrumentos de percusión. Pero definitivamente su favorita era la guitarra. Por ello, cuando sus amigos le regalaron una -nunca supo cómo lo pagaron, y nunca preguntó tampoco-, a la que él llamó "Doña Pacha", lloró una semana entera.

Las piernas ya responden. Mueve un dedo, otro; una pierna, otra; la flexiona, la estira, las abre, las recoge.

Para no morir de hambre en sus eternos viajes, Alejandro y sus amigos tocaban sus mejores canciones -algunas inventadas, otras copiadas de algún pueblo- en los carros, en las plazas, en los parques, inclusive en despedidas de solteros y matrimonios -a menudo eran los mismos que los contrataban para la despedida. Y es que en el mundo hay cada loco-. No morían de hambre. Siempre tenían un techo donde dormir. Si ese techo era bajo la luz de la luna, mejor, pues adoraban su belleza y la de sus estrellas. Entonces cantaban, bailaban, llamaban a más personas, y hacian el amor ahí mismo, junto al universo.

"Castellana, dueña primorosa, dame una vida y quitame, por favor, esta agonía", canta él, "regalame un trozo de dicha, hoy que no encuentro a mi guia".


Al final las cosas no habían salido del todo mal, ¿verdad?. Al final había disfrutado de la vida que él quiso disfrutar. Había cantado todo lo que su garganta le pudo permitir. Hizo el amor en cuanto lugar pudiese y con quien quisiese. Soñó, lloró, vivió. ¡Ay!, Alejandro, cómo me haces llorar, cabrón, levantate ya el show está por empezar.







viernes, agosto 06, 2010

La revancha de los caídos



De izquierda a derecha: Renato, Jeanmarco, Yo, Tadeo, prof. Raul Abad , Ana Claudia, Erick, Valeria, Wendy, Solansh, Milagros -y tres caídos que no aparecen en la foto porque no conseguí una mejor, Allison, Luis Franco y Alexandra-










He hecho en mi vida muchas locuras -elegir ser escritor, por ejemplo- de las cuales solo dos recuerdo con singular cariño y tristeza. Uno: decirle a mamá okey, me voy a estudiar a Barranco -hora y media de distancia de donde yo vivía-. Dos: no acompañar hasta el final a esta zarta de foragidos, locos del carajo y compañeros aputamadrados hasta los cojones por irme de parranda a una escuela acelerada.


La situación hoy es distinta, los años pasaron y no queda más que lamentar. Esto es, entonces, un homenaje a los caídos, a los que se fueron, a los que llegaron, a los que se olvidaron de los días en Carmelitas , a los que no quieren recordarlo y, sobre todo, a los que leerán, y espero no sean pocos, al lado de sus niños esta revancha, su revancha.








Renato, Tadeo y Luis Franco.


Tiembla Carmelitas ante el paso hiperactivo de sus alumnos más revoltosos y encabronados, quienes hicieron su ley dentro y fuera del aula, quienes le dieron un significado diferente a la palabra obediencia y quienes se carcajearon de sus travesuras, sus peleas y sus amores. Tiembla Carmelitas al recordar lo maravillados que se quedaban los externos al escuchar una negativa de sus pilares más fuertes -en el que incluso yo supe temer y seguir-. Compañeros de guerrillas y peleas interminables. Notables alumnos de carácter fuerte pero sensibles en esencia y alma. Un trío para temer sin vergüenza ni demora. Aun hoy sonrío esquizofrenicamente al recordar las maldades perpetradas, queriendo revivirlas una por una -aunque en algunas un puño se forma perezoso- para decirles, por fin: carajo, dejen ya de joder.




Wendy, Solansh, Milagros y Alexandra.


Ninguna debería estar al lado de la otra -joder, el tiempo y el espacio de los blog's, así como la televisión, vale mucho dinero- por ser tan distintas entre ellas -aunque, hasta lo que sé y recuerdo, fueron buenas amigas-.


Wendy era mi amiga -sobre todo cuando compartía su tarea conmigo- al igual que Alexandra -quien era más difícil arrancarle un ejercicio matemático o una respuesta de historia o geografía-. Alexandra, cuando llegó al colegio, decidió dejar a todos detrás para convertirse en la más aplicada y estudiosa de la clase. La envidia que sentía por ella se fue disminuyendo conforme las semanas pasaban y encontraba otras tareas más interesante con que entretenerme. Y mientras Wendy se encargaba de ser amiga de todos, estudiar como se supone debe de ser, Milagros acechaba, traviesa, por los rincones del salón, suspirando cual diosa enamorada por cuanto amor se apareciera en su camino -sin importarle edad, por supuesto-. Y mientras Wendy, Milagros y Alexandra pensaban de que manera sobrevivir al colegio hasta la mayoría de edad, Solansh divagaba en su mundo de ilusiones y fantasía, hablando a penas, dibujando en silencio, suspirando -y no podrá negármelo jamás- de cuando en cuando.


Cada una tiene su propia historia para contar -nada aburrida, según recuerdo-, pero bien sabemos -porque ya lo mencioné- que el tiempo y el espacio en los blog's vale mucho dinero -por ello medito una posible segunda parte-. Así que vamos con los demás.



Valeria, Ana Claudia y Allison.


Así es como las recuerdo:en ese orden y una al lado de la otra, entrelazadas con sus brazos, bociferando canciones irrepetibles, orquestando la siguiente travesura, rellenando listas de todo tipo y toda índole, conociendo paso a paso lo difícil y maravilloso que al final es crecer.


Valeria es prima de Allison. Ana Claudia es -o era- amiga de Allison y Valeria, soberanas perpetuas de la razón y la valentía, conocedoras del arte de la guerra y la pasión. Y Ana Claudia, Allison y Valeria son -o eran- mis amigas. Quizá les caía bien. Tal vez sentían una especie de aprecio hacía mí: como el que se siente a una mascota o a un CD musical; y por ello me trataban como se tratan a las personas que se aprecia -pero que vagamente conocemos el motivo del cariño-: con golpes, patadas y arañazos. No me dolía. Inclusive provocaba la furia de las ninfas guerreras invitándolas al ruedo y a un combate frente a frente, terminando, como es de esperarse, conmigo adolorido en algún rincón del salón.


Sin embargo, al final del día volvíamos a ser amigos y a recordar todo lo vivido juntos.


Era de esperarse, entonces, que aun ahora mantengamos contacto directo y hablemos regularmente. Pero la vida no es siempre como uno quiere que sea. No obstante, las recuerdo con cariño y alegría, desternillandome de risa recordando las maldades que perpetraban a su paso y las lágrimas que supieron no ocultar cuando la tristeza invadía sus vidas. Gracias por ser -o no ser- mis amigas.


Prof. Raul Abad y Erick.


A menudo uno se encuentra con un profesor divertido, comprometido a su labor educativa y a impartir sabiduría y conocimiento a sus pupilos. A menudo uno recrea esos momentos poco importantes en el mismo instante pero trascendentes en un futuro no muy lejano. A menudo uno olvida a estos profesores. Pero, otra veces, éste permanece toda una vida en sus memorias.


El morenito que vemos en la foto -casi dos metros de altura, ¿o tal vez yo era bastante más bajo de lo que soy ahora?- fue todo eso y más. Lograba una clase desternillante en su noble -y casi imposible- misión de educarnos en un idioma extranjero: inglés. Lograba su cometido: nos hacia reír y aprender sin mucho esfuerzo. Con el tiempo se volvió un aliado, un compinche de travesuras y un amigo incondicional.


Tiempo después supe que era tutor de último año de todos los ya mencionados. Pero yo no estaba. Es una lastima.


Erick -o churro crudo- siempre estuvo en otro mundo. Lo veía ahí, detrás mío, durmiendo en clase de aritmética, física, literatura, química, hp y hu... Cuando no lo veía durmiendo era porque estabamos en clase de inglés o -lo que pasaba casi seguido- no había llegado al colegio. ¡Bah!, qué importa eso, compañero, si la mayoria de los que estábamos ahí sentados no queríamos estar presentes. Qué importa si sabíamos que años después esa mayoría desearía retroceder el tiempo para revivir cada uno de esos momentos. Qué importa si olvidaríamos lo malo con el tiempo y solo quedaría en nuestra memoria lo aprendido y lo vivido. Qué importa, churro crudo, si la vida es así y a la mierda.




Jeanmarco y yo.


¡La puta madre! que este compadre creció el doble de mi tamaño. Lo juro por la Sarita: yo era más grande que él cuando lo conocí. Ahora debo mirarlo alzando la cabeza. Era tan bajo que hasta daba risa. Pero así bajo creció y así como creció se volvió mi amigo, mi hermano, mi compañero en guerrillas y en la tribuna. Y aunque debía alzar la cabeza para verlo él se las arreglaba para no hacerme sentir tan bajo. Y aunque su compasión me producía cierta rabia estaba contento porque sabía que podía confiar en ese larguirucho de peinado extraño con quien no entraba al colegio varias veces por semana para ir a la playa, a jugar fútbol, a tomar unos traguitos, a encontrarnos con unas hembritas, a ver pornografía en internet, a jugar a ser hermanos del alma, a pelear hasta el final y a ver a la "U", crema hasta los cojones.


Los días cambiaron y las peleas se olvidaron. Yo me fui del colegio y, mi hermano, mi amigo, hizo lo propio. No volvimos a la tribuna. Casi olvidamos los años compartidos. Ahora simplemente nos une los vagos recuerdos.

A la mierda, él sigue siendo crema y yo también y es suficiente para no olvidarnos.




Los que se fueron (2do año)


A Laura, Yeremi, Arturo, Reynaldo, Sonia Yataco, Benito, Asenjo y otros que la memoria no me regresa sus nombres. Porque donde estén recuerden el año vivido en C.E.P Carmelitas New School.


Termino el post bastante frustrado de no poder escribir más sobre cada uno de ellos, pues cada uno tiene una historia aparte -incluidos los que se fueron-, algo que contar, algo que decir. Termino el post con una sonrisa, también, sabiendo que quizá nada de lo escrito aquí sea de su agrado, sabiendo que muy probablemente una o dos personas de las mencionadas llegaran a leer esta publicación. Y saben qué... ¡A la mierda!, esta fue mi revancha, ahora puedo ir a la madurez y a mi boda sin quejas ni remordimientos.





Pd: Un saludo cordial a los que llegaron en el último año.




(Gracias Valeria por la foto que, sin querer queriendo, me robe de tu hi5)