martes, marzo 29, 2011

Se busca empleo


Cuando decidí abandonar mi vida para dedicarme solo a escribir no pensé cuanto dinero costaría dedicarse solamente a escribir. Es decir, el gasto que implica dejar de lado un ingreso salarial para pasar a la sociedad económicamente inactiva solo por el afán esquizofrénico de ser escritor y, por ende o extensión, escribir. Muchos dirán -o pensaran, cosa que pasa con frecuencia ya que algunos pensamos lo que no escribimos o, mejor dicho, escribimos lo que no pensamos- que escritores de la talla de Vargas Llosa se dedicaron a su oficio en las madrugadas y muy temprano en las mañanas porque también debían solventar sus gastos alimenticios. Confío que en un futuro no muy lejano mi cuerpo pueda soportar de nuevo una buena dosis de cafeína, aunque no suelo ser tan optimista. Y mientras este proceso cobra fuerza, y ya los bolsillos empiezan a sentir la ausencia de billetes, no me queda de otra más que salir de casa a buscar trabajo.


Veamos, mi experiencia laboral no es una buena carta –dos años y medio de reponedor en diferentes supermercados y tiendas departamentales-. He desarrollado, también, capacitaciones a los empleados de las tiendas retail y manejado exposiciones para los clientes y ejecutivos de los supermercados. Estudié actuación, clown, danza contemporánea y circo durante cuatro años, lo que me da la experiencia y habilidad para hablar en público. Tengo la capacidad intelectual para aprender con facilidad. Empero, en realidad, el as bajo la manga es mi don natural de persuasión, mi pericia en el oscuro arte del convencimiento, mismo que fue madurando y cobrando mayor fuerza con el paso de los años y las caídas. Es este talento el que me da la seguridad de ejercer un cargo de manera eficaz. Por ello, no temo a las entrevistas, a los jefes malvados, a los retos, a los compañeros mal intencionados y a las comidas recalentadas de las cafeterías donde solía ingerir mis sacrosantos alimentos.


Siendo consciente, entonces, de los pros y los contras de mi personalidad laboral estoy seguro que algo por ahí podré encontrar. Al final ese no es el principal conflicto. Lo que me aterra en verdad es permitir que mi necesidad de ganar dinero y vivir como Dios manda aleje de mí lo progresado en cuanto a la narrativa. He venido emprendiendo – a medias, para ser sincero- la titánica tarea de ser escritor. El camino siempre es oscuro. Sin embargo, tengo la fe de ver la luz en algún momento. Los temores que antaño golpeaban ya no duelen más. Las ficciones, aunque no lleguen con facilidad, han sido cazadas, domadas por ese lado misterioso y ocurrente que llevo dentro, que a pesar de todo insiste en no abandonarse. Escribir, ergo, es lo que único de puedo hacer medianamente bien, lo único que me hace feliz sin pedir nada a cambio. Quizá sea por eso que me duele un poco buscar una alternativa económica. No lo sé. Solo sé que mis ahorros ya casi se acabaron, que las cuentas siguen llegando, que la novela aun no ve la luz y que probablemente me lleve mucho más tiempo del que imaginaba, que necesito encontrar el medio para vivir sin olvidar que existe una promesa que debo cumplir.


Se busca trabajo… ¿Alguien necesita… Uhmm… no sé, que le planche las camisas o le haga las tareas? Escucho propuestas.

miércoles, marzo 23, 2011

Tenerte


Despierta que el sueño no es eterno y las palabras pierden sentido mientras más piensas en ellas.
Camina al balcón y espera que pronto llegará. Olvida las culpas y lamentos de la última noche. Deja, princesa, que salga aquella lágrima, que conozca el mundo y sepa que la felicidad no es un regalo sino una lucha constante, un combate a diario.
Espera aunque el tiempo se prolongue, aunque la luna no se asome y las estrellas pierdan brillo. Hazlo y de esa manera sabrás que sufriste de todo y padeciste todos los males pero seguiste adelante sin importarte la crueldad y el abandono. Demuestra que sigues viviendo, que tienes alma. Y por más que no quieran verlo, dentro de ti la verdad permanecerá, princesa. Luego, cuando los años se hubieron llevado la impotencia y las lagrimas, comenzara la revancha, teniéndolo, teniéndote, princesa.

jueves, marzo 17, 2011

Lucidez



Duro como un espartano. Incapaz de volver la cabeza. Fuerte, valiente, perspicaz, sagaz, de una habilidad sobrenatural para las artes del amor y la guerra. Aprendió a dominar el miedo, a ahogar el grito en los momentos más difíciles y gritar de orgullo cuando la batalla empezara.

Supo siempre que vivir era la prueba más importante y que no sobreviviría si se dejara derrotar por la falsa simpatía de los que prometieron, a Dios, por supuesto, no irse nunca, y juntos serian invencibles.

Sonríe a la cobardía. Escupe la falsedad. Crece con el paso de las horas. Entrena cuerpo y mente. Y, espada en ristre, sale al campo de batalla a degollar cuanto enemigo se atraviese. Nadie lo detendría.

Lucidez… ¿acaso soñar lo devolvía a la infancia?

viernes, marzo 04, 2011

Sigues conmigo, Betito



Cuidame desde el cielo, Betito. Cuidame, por lo que más quieras, de los malechores, las malas rachas, los envidiosos, las viejas chismosas, los cobradores de combi y todo aquel que quiera y pueda hacerme daño. Cuidame, Betito, teniendo en cuenta que le debo muchos errores a la vida y que probablemente tenga que llorar hasta caer rendido. Cuidame desde el cielo, al lado de Dios y los ángeles, recordando que te amé como el hijo que no supo reconocer a su padre cuando debía pero que lloraba en silencio sus derrotas y sus lágrimas. Recuerda que te amo, viejo, y que aunque en silencio me aferraba a ese amor nunca dejé de sentirlo, de añorarlo, de reconocerlo. Cuidame, Betito, mi viejo del alma, mi padre adorado.

Nunca fui un buen hijo, lo admito, Betito. Quizá pude haberte escuchado un poco más, pude haberme quedado a ver el partido de la "U" contigo en vez de preferir la calle y los amigos, pude haberte abrazado y dicho que te quería cuando mareado te acercabas a mi lado a recordarme que soy tu hijo y que me quieres. Pude y no lo hice. Y no lo hice no porque no quisiera estar contigo sino por eso que los jóvenes no entendemos hasta que lo vivimos: el amor a los padres. Yo te amaba. Yo te amo. No supe decírtelo. No supe abrazarte, besarte, escucharte, contarte mis problemas, mis dudas, ir contigo a donde me llevaras. No supe ser hijo. Sin embargo, Betito, siempre me perdonaste, y, mientras el día siguiente llegaba, estabas atento a mis antojos, a mis caprichos de niño mimado, de adolescente descarriado, de hijo prodigo. Lo siento, padre. Perdoname, por favor. Perdoname por no saber estar contigo, por no comprenderte, por no escucharte, por no decirte que te amo, y, sobre todo, por esperar el último momento de tu vida para recién confesarte mi amor.

Te fuiste y ahora tu ausencia pesa en nuestros hombros. Aunque me hiere saber que no volveré a verte sé que nunca dejarás de cuidarme, de estar conmigo, de amarme. Aunque no te vea te siento a mi lado, te noto en las noches, escucho tu voz y siento tu aliento diciendome: hijo, portate bien. Te siento. Te veo. Te amo, viejo, mi viejo, mi amigo, mi compañero, mi confidente.

Antes de tu partida te juré cumplir mis metas. No he escrito ni una coma en una semana entera. Hoy empiezo. Te juro, viejo, que las cumpliré. Sé que estarás ahí para aplaudirme, que serás el primero en felicitarme, en recordarme que el sueño es posible, que no está mal hacerlo.

Cuidame. Cuida a mamá, a Amelia, a Estrella, a tía Doris y a quienes te recuerdan y te extrañan.

Nos veremos algún día, Betito.