jueves, junio 16, 2011

Sr. Presidente II y III



A mamá, papá, el punk, Mariela, Daniela y todos aquellos que hicieron de la politica un tema más.




II



En el año 2001, cuando esperaba con ansias el estreno oficial de Harry Potter y La Piedra Filosofal y danzaba al ritmo de la Tekno Cumbia y las Toadas en las fiestas que era raramente invitado, el ex presidente Alberto Fujimori había huido a Japón luego del destape que significó los ‘Vladivideos’ y el carga montón de denuncias contra los derechos humanos y abuso de poder que caía sobre sus hombros y la de todos los Fujimoristas. Había ganado las elecciones del 2000 mientras que en el Perú reinaba el caos producto de distintas marchas que proclamaban el abuso que el gobierno de Fujimori había perpetrado, entre ellas la presidencia de forma ilícita. Sin embargo, la verdad era más pesada. Entonces, su hija, Keiko Fujimori, optó por dar la cara y esperar que las cosas siguieran su rumbo. Efectivamente, así fue. El congreso eligió, seguido de varias horas de reunión, a Valentín Paniagua como presidente hasta que las elecciones nacionales se volvieran a realizar.
Alejandro Toledo, autor de ‘La marcha de los Cuatro Suyos’ –invocando de esta manera el recuerdo de los bravos incas que dominaron una vez la gran parte del territorio Suramericano-, ganó las elecciones frente a, aunque no lo crean, Alan García. Así es, señores, el mismo que fugó a Europa una vez que las papas quemaban, que se llevó quien sabe cuantos millones, que nos dejó la taza de inflación más alta de la historia republicana, quien –a mi no, claro, aun no nacía, pero a mis padres si- nos había dejado con colas para todo –había colas para comprar hasta caramelos, colas hasta en las colas-. El Perú, sabio, le dio la espalda aunque dejando entender que la tercera era la vencida.
Para el año 2002, con doce años, mi primera chica y mi primer año en la secundaria, Alejandro Toledo gobernaba, mal que mal, la economía a media caña pero en potencia que su antecesor le había heredado. En el transcurso de su regimen, incontables denuncias aparecieron contra el mandatario blanquirojo. Aun recuerdo, con simpatía, a Jaime Bayly pronunciándose de manera afiebrada en el caso ‘Zarai’ –en resumidas cuentas, acusaban al jefe de estado de no reconocer a su hija. Pasados varios meses de dimes y diretes reconoció su legítima paternidad. Entonces fundaron varios asentamientos humanos con el nombre de la entonces niña Zarai y quien sabe cuantos comedores populares y vasos de leche-. Si otro escándalo debo mencionar es la toma de una comisaria en Andahuaylas, comandados por el etnocaserista Antauro Humala y dirigido desde Seul por su hermano, como él mismo confesó a viva voz, el ahora electo presidente, Ollanta Humala, donde se cobraron la vida de oficiales mediocremente armados. Humala ya venia anunciando la revuelta desde su pasquín ‘Ollanta’. Recuerdo, a titulo personal, ver desde la ventana del autobús que me traía y me llevaba al colegio donde estudiaba en Barranco a reservistas anunciando mediante megáfonos, vestidos de militares y con mochilas que parecían soportar mucho peso, el pasquín y la conciencia popular que los peruanos debíamos tener frente al ‘imperialismo excluyente y autoritario de los lacayos de Bush hijo’.



III

En el año 2006, mientras invertía todo mi tiempo y esfuerzo leyendo novelas de autores con apellidos impronunciables y otros tantos del ámbito local como los bravos del Boom Latinoamericano e iba a conciertos de Punk y miraba los partidos de la ‘U’ con papá, finalizaba el gobierno de Alejandro Toledo. Las elecciones se mostraban un tanto particulares. En la pelea Lourdes Flores, Alan García y Ollanta Humala se sacaban los trapitos al aire. Recuerdo a papá defendiendo la posición de Lourdes Flores e incentivando a sus conocidos a que votaran por ella y no por el ‘caradura de García’. Demás estaba comentar acerca de Humala, estaba convencido que ninguna persona que se aprecie de cordura regalaría su voto a un hombre vinculado estrechamente con el gobierno de Hugo Chávez y que, inclusive, justificaba las atrocidades cometidas por Sendero Luminoso. Aunque, ciertamente, el rollo nacionalista y justicia popular cobraba fuerza en las zonas más alejadas del territorio nacional. Papá contestaba: esos siempre le dan la contra a todo, espera que Humala gane para que veas como vuelven a quejarse. Lo cierto era que Ollanta subía en las encuestas mientras que García y Flores mantenían una cierta ventaja. Nadie esperaba que un hombre con tan poca habilidad para pensar lo que dice avanzara tanto en tan poco tiempo. Al final de la primera vuelta, Humala se encontraba como favorito para ganar las elecciones mientras que la lucha, voto a voto, entre Lourdes Flores y Alan García le ponía los nervios de punta a propios y extraños.
El final de los acontecimientos era predecible: el Perú seria lo suficientemente cojudo como para darle la chance a García de gobernar por segunda vez pero no tanto para permitir que Humala radicalice el estado como Chávez y su jefecito cubano Fidel. Somos miopes pero no ciegos, caray.
Entonces, 2011. A la par que trabajo poco más de diez horas al día, trato de mantener un blog, leo a duras penas en las combis que me trasladan por la carretera desde Puente Nuevo a Puente Atocongo, las horas de almuerzo, y otro poco en casa, y busco mantener feliz a Erika y no pelearme con mamá, Keiko Fujimori –elegida cinco años antes como congresista por una inmensa mayoría. Actividades que, si mi memoria no me falla, que suele hacerlo para ser sincero, no han sido destacadas. Por lo menos no recuerdo una buena. Estoy convencido que el común de la población piensa igual que yo, pues de lo contrario la hubieran elegido como la primera mujer presidente del Perú- y Ollanta Humala combatieron con todas sus armas la posibilidad de ocupar la casa de Pizarro. Resultado: imagínense pues. De los demás, excepción de Castañeda, Toledo, si otra vez, y PPK no hay mucho que decir, pasaron con más pena que gloria por esta campaña electorera.
Alan García, vale mencionar, termina su mandato sin mucho que resaltar pero tampoco por condenar. Quizá el conflicto en Bagua o las protestas que hace poco se suscitaron en Puno por parte de una comunidad Aymara contra la concesión minera en la zona, en ambos casos impulsados por ‘lideres’ de carácter radical que le buscan excusas a todo para golpear y gritar, demuestran una clara incapacidad del estado por unificar el país y demostrar los avances económicos que ciertamente han obtenido.

Me permito un paréntesis, señores, para condenar los mencionados acontecimientos. El salvajismo es propio de mentes intransigentes que no comparten o comprenden la importancia del dialogo, que buscan poder a la fuerza, que apoyan campañas viles y rastreras para condenar a su país a un autoritarismo propio de países retrogradas, que se quedaron en la edad media o se creen justicieros populares. Condeno todo acto de guerra y abuso. El país, créanlo, sigue creciendo, lo percibo, lo veo.
Ahora, 15 de junio, 6:07 de la tarde, momento que escribo estas afiebradas líneas Ollanta Humala, electo presidente, se prepara para recibir la banda a poco más de un mes. No voté por él. Aun considero que es culpable de más de la mitad de abusos que se le imputa. Estoy seguro que no llevara al país a ninguna parte, que con probabilidad buscará la manera de jugar las cartas a su favor para preservarse en el gobierno por muchos años más de lo que se espera, que Chávez entrará y saldrá y hará cuanto quiera en nuestro territorio como lo hace con otros países. Si es cierto que financió la campaña del ahora electo presidente nos espera una larga pelea por la libertad y la democracia. Desde aquí ofrezco mi voz por conseguir lo que por años hemos estado buscando: paz, justicia y desarrollo.
Dicho esto, sin embargo, ruego a Dios y a mi padre, que desde el cielo vela por mi familia y por mi, que esté equivocado. Deseo, en verdad, por primera vez en mi vida, que todo no salga como lo pienso, por el bien de los peruanos y de todos.

viernes, junio 10, 2011

Sr. Presidente I

A todos a quienes le debo tanto. Y a los que no.

A Vuelo de Hada, Madame Milagros y Erika.


Cuando nací, el 14 de diciembre de 1989, finalizaba el primer gobierno del entonces delgado y alocado presidente Alan García. La inflación había alcanzado cifras no solo preocupantes sino también escandalosas, el terror en las calles producido por Sendero Luminoso, los 'coche bombas', las larguísimas colas para conseguir pan o leche y un larguísimo etcétera era el día a día de los peruanos ochenteros. Se creía que el Perú tardaría muchos años para recuperarse. No estaban equivocados.


En el 1990, cuando aun andaba con baberos y pedía mi sacrosanta alimentación láctea con señas y llantos imparables, Alberto Fujimori, luego de una aguerrida campaña electoral contra, para mi criterio, el mejor narrador que el Perú ha tenido la fortuna de ver nacer, Mario Vargas Llosa, llego al sillón de Pizarro. Como era de esperarse -supongo. Improbable saber algo que no se vivió. Y los adultos no paran de recordarme que no comprendo porque era muy pequeño para saber lo que pasaba. Esta pequeña observación se la deberían hacer llegar a Discovery y a History y a los historiadores que se la pasan hablando de épocas que no vieron y por consiguiente imposible de comprender- se instauro una batalla frontal contra el terrorismo. Fujimori hizo justo lo que se espera de un político promedio: no cumplir con lo prometido. Instauro una dictadura con un autogolpe de estado en 1992 con la finalidad de expulsar a las sabandijas que ocupaban una curul entonces. Se consiguió el objetivo a cambio de muchas vidas y maltratos. Le dio un rumbo distinto al país, mismo que aun ahora se mantiene vigente pero con ligeras modificaciones.

En 1995, cuando mamá me llevaba de la mano al jardín de niños mientras jugaba con Donatello, mi Tortuga Ninja favorita, Fujimori decidió joder todo lo bueno que había hecho prefiriendo perpetuarse en la presidencia cinco añitos más, y eso es todo, eh. Desde ese momento una serie de abusos de poder, violencia y atropello a los medios de comunicación, se hicieron con el país. Efectivamente, ya no teníamos a Sendero matandonos a diestra y siniestra, ni colas pero en su lugar estábamos comandados por un chinito casi tanto o más loco que Alan García a sus treinta. Aun busca convencernos que él no sabía nada acerca de las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. Cómo diría un buen amigo argentino: no me hinchés las pelotas, boludo.

En el año 2000 Fujimori pensó -y esto también lo supongo. No quiero ofender a los adultos que leen discretamente mi blog-: cinco añitos más y ahí termina la cosa. No imaginó que hacerse el ciego tanto tiempo lo volvería miope por lo menos. Y su farsa del 'Baile del chino, chino, chino' no duraría mucho tiempo -aunque la publicidad pagada por el estado para dicha campaña no fue tan mala. Yo mismo moví las caderas con un par de chicocas con esa cumbia pegajosa-, pues los 'Vladivideos' de su asesor Vladimiro Montesinos pagando fuertes cantidades de dinero a diferentes políticos del medio y personajes públicos para realizar una actividad, obviamente, ilícita o mal intencionada -aun nos seguimos preguntando por que fue tan tarado de gravar sus sesiones. Seguramente era un actor en potencia o un psicópata para mantener un registro de algo ilegal. Cosas del Orinoco- iniciaron el destape que ya se esperaba.

Y yo espero continuarla...