lunes, octubre 06, 2008

Amelia, Estrella me está molestando

Amelia, Estrella me está molestando. Salí corriendo de la habitación, sollozando porque la pesada de mi hermana no dejaba de pellizcar mis inflamados cachetes. Estás enamorado de la gordita, estás enamorado de la gordita, repetía sin parar. Aún cuando me encontraba corriendo por toda la casa, llamando a mi hermana mayor, escuchaba sus carcajadas.

- ¿Qué pasa?- preguntó Amelia, mi hermana mayor, con una leve sonrisa en los labios. Al parecer, disfrutaba mi malestar.

- Estrella me está molestando – le dije. Estaba triste porque esa morenita hermana mía no quería dejar de molestarme con una niña del colegio. Amelia me pidió, de la mejor manera que pudo, me vaya a jugar porque en cualquier momento llega mi mamá, Alex.

Con ocho años ¿Quién no se va a sonrojar cuando tu hermana te molesta con esos temas? 'Estás enamorado de la gordita, estás enamorado de la gordita', no paraba de decir. Y tú del negro, contestaba. Entonces entrabamos en una interminable discusión. Solo Amelia era capaz de callarnos (a menudo eran con amenazas o patadas en la canilla) antes que llegue mi mamá. Ojala traiga chocolate con maní, decía.


Mamá trajo chocolate con maní esa noche, y muchas noches más, pero siempre y cuando estemos bañados, con la pijama puesta y metidos en la cama como unos angelitos. 

- Ya no soy una niña- se quejaba Amelia

Efectivamente, ya no era una niña. O por lo menos no los fines de semana. De lunes a viernes solo quería serlo en las noches, para cuando mami nos sorprendía con chocolate con maní, uno para cada uno. 
Estrella, por otro lado, Estrella… Estrella… ¿qué podría esribir de ella? 

Estrella creció más rápido que todos, a pesar de ser la segunda, y tres años menor que la primera, ya para sus catorce años me confesaba sus aventuras amorosas. ¿Con él estuviste? ¿Con él también? Pero la perdonaba cuando la veía, en las aburridas reuniones familiares, bailar cual danzante árabe: moviendo sus caderas al ritmo de la música, maravillando a su paso, haciendo sentir orgullosos a sus padres y tíos de lo buen bailarina que les resultó. Por eso la perdoné. 

Por eso la perdoné de muchas cosas, también, verbigracia, en mi cumpleaños número quince prometió vestirme de 'pies a cabeza', estuve esperando el día con mucho afán porque había visto unas zapatillas preciosas y un polo que estaba seguro si me lo ponía conquistaría a todas las chicas de quinto de secundaria, incluida un par de profesoras. Un día antes de mi cumpleaños, me comunicó que no podía hacerlo 

-¿Entonces? -  pregunté - ¿de pies a cadera? ¿De cadera a cabeza? 

- Solo un short para que pases el verano y unas zapatillas. 

La odié. En la fiesta de navidad, al verla bailar salsa con un primo, la volví a perdonar. Me encanta verla bailar.


A quien también me encantaba ver bailar es a Amelia, sobre todo cuando intentaba, con una paciencia digna de elogiar, enseñarme un paso de salsa o merengue, que es lo más fácil, decía. En este caso ella me perdonaba, mejor dedícate a leer, decía. 

Por eso, de tanto leer y leer, terminé siendo dos pies izquierdos en la pista de baile, lo que me generó cierto rechazo entre las señoritas danzarinas que intentaba ligarme.

Los años fueron pasando. Dejamos de ser los tres hermanos cochinitos, espanta niñeras, que debían de bañarse bien para cuando mamá llegue de trabajar, a ser tres hermanos grandes con proyectos, amores, penas y alegrías. Crecimos, como dijo una vez mi mamá, crecimos sin darnos cuenta, crecimos muy rápido. Pronto dejó de ser los cumpleaños con payasos, chicha morada, mazamorra y pastel de chocolate para pasar a las fiestas con luces, cerveza y cigarros Hamilton. Y yo no podía sentirme más contento con esas dos mujeres hermosas, enseñándome a bailar, prometiendo jamás dejarme solo, sollozando porque su hermanito menor estaba creciendo también y pronto terminaría secundaria, entraría a la universidad y lograría todos sus proyectos. Yo sollozaba también pues mi morena, Estrella, y la manena, Amelia, se habían vuelto viejas y no paraban de recordarme que yo también me estaba haciendo viejo. 

No todo fue felicidad, si hubiera sido así no seria digno de escribir. Nos peleábamos por todo: la presa de pollo más grande, la taza más bonita, a quien le compran mejores zapatillas; 'yo quiero una bicicleta igual a la de Amelia', 'a tu hijito lo engríes más que a nosotras'. Inclusive, nos peleábamos porque no peleamos una semana entera ¿Cómo que ya es hora no?, sugería Amelia. Si pues, acordábamos. Entonces, Amelia cogía la almohada más grande y con un golpe certero hacia gritar de rabia a Estrella, que ni corta ni perezosa agarraba una y arremetía contra su hermana mayor en pos de la venganza. Cuando, de pronto, una alcanzaba a tocarme. Ahora si que arde Troya, rugía. Si que ardió Troya esa tarde. Ardió Troya muchas tardes más solo hasta que Amelia comunicó a la familia que se iría a Argentina.

Amelia se va a Argentina. Mi hermana mayor se va a Argentina para cumplir sus objetivos, me decía a cada momento, tratando de no doblarme de pena porque en diecisiete años lo más lejos que la tuve fue cuando se marchó de campamento al sur. No lo creí hasta que Amelia me enseñó su pasaporte. Mañana compro mi pasaje, me dijo. Quise abrazarla y decirle que la extrañaría mucho, pero no lo hice, y me arrepiento de ello. Le pregunté a Estrella cómo se sentía al respecto: está bien que se vaya, es para su futuro. Luego no hablamos del tema. Ambos sentíamos su ausencia, aun cuando todavía no se marchaba, pues éramos conscientes que no la veríamos por varios años. Tendría que acostumbrarme a conversar por teléfono, ya no estaría para cuando me sienta triste, en los peores momentos de mis relaciones amorosas. Solo estaría Estrella, y ella me miraba, prometiendo en su mente, quizá, que no me dejaría solo. 


El miércoles siguiente, un verdadero día de miércoles, Amelia se fue. Y Ahora mi mamá me abraza, solloza, yo con ella pues Amelia está lejos. Veo a Estrella abrazada de Margarita, mi prima, sollozando igual. 

Comprendí que no habría más cebiche los domingos, que la distancia abriría un hueco grande y profundo entre nosotros y solo la comunicación constante podría hacerlo pequeño. Quedaba en mi memoria lo años vividos y la alegría de los años por vivir. Aquel sollozo se transformó en alegría. Mi hermana estará bien y yo también y Estrella también porque hemos pasado miles de cosas juntos y porque nos seguimos adorando como en los días en los que esperábamos el chocolate con maní de mamá. Solo me quedaba subir en el taxi, cruzar mis dedos para que mi hermana llegue bien a Buenos Aires y pronto me mande las zapatillas John foos que le pedí y sé que me gustaran muchísimo.

jueves, octubre 02, 2008

Las mujeres que me gustan


Me gustan de todo tipo: morenas, gringas, pelirrojas, mestizas, chatas, altas, no tan chatas, no tan altas, delgadas, gordas, ni tan delgadas ni tan gordas, inteligentes, intelectuales, aplicadas, y modelos (sin ofender). Me gustan las mujeres que me hablan al oído y las que deben de gritar para hablarme. Me gustan las mujeres de calendarios, así como las de películas extranjeras (sin desprestigiar a las nacionales), es por eso que vivo enamorado de Emma Watson, por eso también tiemblo, sudo, me sonrojo, lloro, babeo, jadeo, vomito, cuando la veo con su varita mágica en Harry Potter arremeter contra los mortífagos. Jennifer Aniston, Drew Barrymore, Angelina Jolie, Naomi Watts, Pink!, Jlo, logran producir los mismos efectos en mí.
Luego de ver sus películas, videos clip, spot publicitarios, etcétera; piso tierra y recuerdo: soy un peruano de dieciocho años, sin oficio ni beneficio (por ahora), bajito y medio mongo, debo de mirar por estos lares (por ahora, también). Así pues, decido dar un paseo, previo cigarro en la mano, y meditar mis alternativas amorosas.
A Sandra (o vasito, como le gusta que la llame, y lo sé porque se sonroja cuando lo hago) la conocí hace un par de años en uno de los tantos conciertos a los que asistí. inteligente, agradable, conversadora, graciosa, fan de los animes y mangaka hasta los huesos. Salimos unas cuantas veces, siempre a los mismos lugares, conversando de música, conciertos y Asian Kung-fu generation. Luz, por otra parte, fue mi segundo amor platónico, con la diferencia que la primera me lleva varios años de edad, muchos millones de dólares y vive a unas ocho horas de lima, en avión. La primera vez que vi a Luz fue a la hora de recreo, la segunda semana de academia. Se podría decir que no hicimos clic, ni ella me amó a primera vista o platicamos una tarde soleada con vista al mar y música de fondo, todo lo contrario, era invierno y me la presentó una amiga, cansada de rogarle que lo hiciera. Bailarina, cantante, linda, rubia, ojos pardos, modelo y, además, inteligente, en pocas palabras, búscate otra Alexito.
Y así fue, días después se cruzó en mi camino Kathy. Kathy, Kathy, ay Kathy! Pitágoras, mi academia, por fin tenia un sentido y lo mejor era que platónico no seria esta vez. Iba rumbo a la sección "F" salón 403 cuando al entrar una niña, con dos colas en el cabello, vestida con un buzo verduzco tipo colegio militar, invadía mi asiento, aquel que marqué como mío el primer día de clases, revisando un cuarderno. Me acerqué, indignadísimo, dispuesto a reclamar lo que me pertenecía, le advertí de mi presencia con dos golpecitos con mi dedo índice en su hombro. Volvió su cabeza, quizá molesta por la interrupción, se encontró con el rostro enrojecido de un tipo con pelo largo y ojos marrones, disculpándose por haberla distraído de su tarea y prometiéndole no hacerlo de nuevo. Demoré, luego de conocerla, tres meses, dos semanas, cuatro días, en preguntarle si tenía enamorado y si yo podía entrar en su vida al menos dos veces por semana. Ay Alexito, las cosas que se te ocurren, me contestó. De esa manera me di cuenta que Kathy, efectivamente, estaría conmigo dos veces por semana, solo que de otra forma: como consejero en cuestiones de amor. Y esas palabras usó, malhaya sea.
Sigo de frente, por la avenida Las Flores, hasta llegar a una tienda. Entro para preguntar cuanto están los caramelos de limón. La chica que me atiende, sonriendo me contesta: diez céntimos ¿Cuántos quiere? Uno, por favor. Por ultimo agrego, mostrando mis verdaderas intenciones, podría prestarme su encendedor por favor. Cuando terminé de prender mi cigarrillo, opto por visitar un parque y sentarme un ratito para lograr meditar con tranquilidad.
Si recuerdo como conocí a cada chica que me gusta, demoraría muchas hojas más, terminaría siendo aburrido y tedioso, sobre todo para mí, más para mí, únicamente para mí, porque recordar cada detalle es para románticos y soy adolescente. A mi no me interesa si las conozco frente al mar o en un night club, me da igual. Sobre todo ahora que acabo de comprender que no soy para nada exigente referente a mujeres, o quizá sea que ellas no son para nada exigentes cuando me eligen, porque, valgan verdades, feas no son, son bellas, ajá, claro que lo son. Más bella que Paola, con su cabello largo teñido de dorado, y esa sonrisa tan grande cuando solíamos vernos, solo Cinthya, con cuerpo de modelo y cerebro de quinceañera. Me gustan de todo tipo, ya lo mencioné, sin importar donde las haya conocido o si sé que se conocen entre ellas: Paola, otra Paola, no la que mencioné antes, y Kathy, otra Kathy, amigas inseparables. Yuntas hasta la muerte, tal y como lo demuestra el hi5 de ambas, tan amigas y tan lindas, tan inteligentes y tan astutas. Lo mejor de ese dúo es que ambas saben que me gustan las dos y me perdonan por ello. De igual manera, y lo suelto al paso, con las hermanas Allison y Sheyla -Bocato di cadinali!-. Me gustan, también, las que dejaron de ser adolescentes varios años atrás y ahora solo les queda cabeza para su universidad o sus hijos o su esposo o su trabajo o todo a la misma vez, por lo que yo quedo en ultimo plano, un ultimo plano dispuesto a satisfacer sus bajas pasiones (previa bofetada, claro) dispuesto a amarlas con pasión, lujuria, y al siguiente día: si te vi, no me acuerdo. ¿Yo? ¿Contigo? jamás. En los momentos donde mi imaginación no da para tanto, recurro a las menos mayores, por así decirlo, por no decir quinceañeras o menores, no tanto obviamente, verbigracia, Tabatha y sus catorce años. Tabatha... hasta me cuesta hablar de ella, no por mala experiencia, ni buena experiencia, si no porque no hubo ninguna experiencia, solo unas cuantas miradas de dos cómplices de algún crimen pasional. Giulianna, con quince años, tres meses, y nosecuantas semanas, linda de pie a cabeza, de hito en hito, lista como ninguna de su edad, perfecta. No crean que me gustan solo las que he visto, no señores, están mis amores del Messenger: Sandra (malahya sea que me gusten tantas con el mismo nombre) estudiante de medicina, participó en Lima Teens, instruida y aplicada y, para colmo, peruana. Pamela, blanca con un cabello impresionante, lo sé porque así me lo contó, le gusta mi forma de ser y por eso se ganó un puesto especial en este ranking. Podría mencionar más: María, Venezuela; Silvana, República Dominicana; Laura, Uruguay; Vanessa, Chile; Angie, España. Están, también, con las que nunca llegué a tratar. Cómo no mencionar a "la chica de la casa de la esquina de mi amigo" bellísima! Y, por lo que me contaban, inteligente, mucho para tí, chato. O "la que atiende en el internet los miércoles y los viernes" , si hubo una época en la cual me volví adicto al internet fue por aquella. Aun recuerdo las palabras que compartíamos: Yo, una cabina por favor y Ella, la número cinco (o las que estuvieran libres en ese momento) ¿cuánto tiempo? , y Yo, media hora, y Ella, de acuerdo. A veces departíamos lo siguiente: ¿va a alquilar más? y Yo, si media hora más. Así también está "la del costado del chifa", o "aquella que siempre para con el short negro" o las que siempre veía en los conciertos pero que nunca me atreví a siquiera pedirles la hora.
Al llegar al parque, reflexiono bien. Mejor me voy a mi casa, no tengo nada que hacer por acá. Definitivamente la caminata no me había ayudado en nada.
Cómo olvidar a las profesoras, si por mi primera miss de ingles, en primer año de secundaria, llagaba al colegio bien bañadito y con los zapatos lustrados. O aquella profesora que me inspiró a escribir, que Dios le de todo lo que desee, miss Luisella Cassinelli, viviré amándote por siempre. O mi otra miss de ingles, en tercer año de secundaria ¿por qué las miss de ingles tienen que ser jóvenes y bonitas?, mi eterno agradecimiento a los directores que las contratan; veintidós años, soltera, de mi tamaño y, además, se paga la universidad con lo que trabaja, todo un sueño. Por ultimo, y no menos importante, las madres de mis amigos (y no me pidan nombres, me gusta mi carita tal y como está) ¿por ultimo dije? Quise decir, penúltimo. Todavía están las hermanas de los amigos; las primas de los amigos de mis primos; las amigas de mis amigas; las amigas de mis primas; las amigas de mis hermanas: Lynn, perfecta para mí, solo tiene un defecto: ser la mejor amiga de mi hermana. Están las amigas de mis sobrinas; las tías de mis amigos; las tías de mis amigas; las tías de los amigos de mis primos; las amigas de mis padres; y un larguísimo etcétera, etcétera. Ahora, regresando a las mamas de mis amigos, ahora que lo pienso bien, mejor lo dejo ahí nomas.
Llego a mi casa, con hambre, sed y cansancio. Mi papá me sorprende con una taza de arroz con leche (no creo que lo halla traído para mí, pero igual me lo da) Busco un asiento, acomodo mis posaderas, me llevo una cucharada de arroz con leche a la boca y, por ultimo, me dispongo a ver Victoria, mi novela favorita.

lunes, septiembre 08, 2008

Yo, normal.

Ajá; yo normal, le dije a una amiga muy querida cuando me persuadió a escribir algunas cosas de mi vida. Así que constantemente voy a estar publicando algunas experiencias que tuve a lo largo -o corto- de mi existencia, burlándome descaradamente de mí y de los que me acompañaron en esa aventura.


Odette, regálame un beso
Se compadeció de mí regalándome una sonrisa. No pasa nada, flaquito. Quise salvar mi honor explicándole que no me encontraba en un buen momento. Había tenido un día duro en la escuela, a penas y probé bocado, era por eso que tuve una exhibición lamentable en las clases de clown. Igor, mi profesor de teatro, amigo y a veces hermano mayor, acepto mis disculpas invitándome a tomar asiento para observar a los demás. Mascullé un par de disculpas procurando siempre verme relajado. No era así. Por mi cabeza rondaba el recuero de horas atrás. Me vi sentado en la carpeta, en el salón treinta y cinco de tercer año de secundaria, jugando con el lapicero mientras mis compañeros departían silenciosamente, tratando de no ser oídos por el auxiliar. Ojala que no venga la piernas de futbolista, me dijo Jean Marco, haciendo referencia a la miss de literatura y sus bien formadas y musculosas piernas, apoyando sus brazos en el espaldar de su carpeta para poder estar cómodo al hablar conmigo. Me da igual, dije, de todas formas nunca le prestamos atención. Soltamos una pequeña carcajada. Trate de no hacer caso a los otros alumnos así lograr concentrarme en la pregunta que moría de ganas de formular. Al fin encontré el valor que requería y dije: crees que Odette me acepte como su enamorado? Mi amigo no pareció asombrado, o al menos inquieto por el repentino cambio de conversación, para mi sorpresa se mostraba tranquilo, como si hubiera tenido la certeza que tarde o temprano se lo preguntaría.
- Si te ha hecho esperar una semana prometiéndote una respuesta positiva es porque algo bueno será – me animó – aunque sea te la irás a chapar.
- Qué piensas que diga Jeremy si se entera. Es su hermana y quizá…
- Deja de pensar en esas cosas.
Ambos miramos por unos segundos la figura de un muchacho flaco, muy flaco, casi enclenque, con el cabello corto y no tan alto, con pocos atributos físicos pero que sin embargo era capaz de hacernos reír hasta que nos duela la boca del estomago, u orinar, como le paso una vez a una chica.
Si no te acepta como cuñado, fácil y le puedes pegar, me dijo Jean Marco. No nada de eso, además ni siquiera estoy con Odette para estar hablando como gran pendejo. Mi amigo me convenció a no andar con pesimismo alegando que nacimos el uno para el otro, fantaseando una boda , luna de miel, inclusive el nombre de nuestros hijos. Pero eso si, agregó, primero tienes que decirme si termino con ese tal Jonathan o Pancracio o Pánfilo o como se llame ese enamorado suyo que tiene. Mierda, pensé, Odette nunca me confirmó si había terminado con él. Si, mentí, si no por qué me diría todas esas cosas de que le gusto mucho, ella es mi princesa y yo su príncipe y todo eso. Ah carajo!, se sorprendió, nunca me dijiste. Bueno, seguro se me paso. Trate de convencerlo, y de paso convencerme, no había ningún problema, de todas formas mañana a primera hora le estaría contando cuantas veces la besé. Y sin olvidar los detalles lujuriosos, agregué.
- Estás loco – Replicó – te voy a acompañar. Le voy a caer a su amiguita.
Asentí, recordando que desde un principio ese seria el plan: llegaríamos hasta la esquina de su casa, cuidando que su hermano no nos vea, esperaríamos unos minutos la salida de su colegio, por una casualidad de la vida queda a tan solo dos cuadras, Odette nos daría el alcance con su amiga. Luego a caminar un rato o a algún parque de la zona, y con un poco de suerte terminaríamos en parejas.
Pasamos esas dos horas sin profesor. Me alegra que no halla venido la piernas de futbolista, dijo Jean Marco. Lo siguiente a esas dos bellas, entretenidas, relajantes horas fueron tres de algebra y dos de física, maldita sea. Pero como dice el cantante, todo tiene su final, llego el momento de salir de esa prisión a la que muchos llaman escuela. Esperé a mi amigo en la puerta del baño para hombres, ya que posee la absurda manía de mojarse el cabello a la hora de salida, sin importarle que sea invierno. Repasaba mentalmente las palabras que diría. Cuando Jean Marco salió, me sentía preparado.
Salimos del colegio y caminamos hasta la esquina de la avenida Bolognesi, seguimos unas cinco cuadras hasta llegar a Mariátegui y esperamos.
Trato de hacer memoria y recordar lo conversado en aquel momento, solo que en su lugar me llega a la mente lo mucho en que pensé que me gustaba Odette. Adoraba a esa mujer. En aquel entonces yo rozaba los quince años, mientras ella apenas los trece. La había conocido en una tarea grupal que tuve con su hermano. Con unos cuantos chicos del salón fuimos a su casa. Odette llego de su colegio y al ver a los compañeros de su hermano invadiendo su sala, nos dedicó una sonrisa. Llevaba puesto el buzo azul con dos rayas blancas a los costados de la pierna, de su colegio, Inmaculado High School, intercambiamos miradas un par de segundos luego corrió con su mochila de Pucca a su cuarto. Fantaseé varios días con sus ojos marrones. Me vi acariciando su cabello castaño, tocándole los labios, entregándome desenfrenadamente a la pasión. Iba a casa de Jeremy con cualquier pretexto solo para conversar con su hermana. Por instantes me sentía el peor de los traidores por hacerle eso a mi amigo, sin embargo Odette consolaba mi pesar con sonrisas e indirectas amorosas. No me importó su confesión cuando me dijo que tenia enamorado, aun así me atreví a pedirle su correo electrónico. Pasábamos largas horas charlando por internet de ningún tema en especial, creo que lo más valioso era sentirla mía en esos instantes. Tener la seguridad de importarle. Amaba esa tierna sonrisa que lucia en las conversaciones por web Cam. Siempre tan atenta, tan sincera. Fue eso lo que me impulso a declararme. Confesarle mi amor se había vuelto una prioridad en mi vida.
Una tarde, fui con Jean Marco a buscarla hasta su casa. Toque el timbre, con miedo a que me recibiera su hermano, para mi buena suerte Odette abrió la puerta. Hablamos por unos minutos, pues su amiga de colegio, cansada de esperar en su sala, salió a espiar. Le pedí a Odette que me diera unos minutos para hablarle en privado, mientras tanto Jean Marco conversaba de lo mas entretenido con su amiga. Cuando por fin estuvimos solo, le confesé la verdadera razón de mi visita. Me declare improvisando un discurso de amor eterno, prometiéndole fidelidad, jamás la dejaría a un lado y podía tener la seguridad que la respetaría.
- No puedo – me dijo.
- Por qué no?- inquirí
- Sigo con Jonathan.
Baje la mirada, buscando palabras de ayuda. No podía ofrecerme a ser su amante, tampoco tenia la cara de pedirle que terminara con él. Estaba perdido.
- Pero ven la próxima semana y tal vez la respuesta sea otra.
Una llama de esperanza se prendió dentro de mí. Asentí con la cabeza, luego mi interlocutora me pidió que me marchara porque en cualquier momento podría llegar su enamorado.
Pase la semana más larga de mi vida. Medí cada posibilidad con mucho realismo. No me podía permitir soñar ya que eso me costaría caro al escuchar su respuesta. En el fondo siempre lo supe.
Un chillido, muy parecido al sonido del silbato, me despertó de mi ensimismamiento. Vi a Jean Marco hablarme de algo, sin embargo no lograba entender que era. Mis sentidos ahora estaban concentrados en reconocerla entre todos esos adolescentes que pululaban hacia distintos lugares, hablando en voz alta, o riéndose de cualquier cosa. Odette se aproximó a nosotros, cuando mi amigo le alzó el brazo mostrándole el camino correcto. Venia sola.
- Hola – Nos saludó dándonos un beso en la mejilla a cada uno. Quise acariciar mi mejilla recién besada, solo que me vi obligado a guardar las apariencias.
- ¿Dónde está tu amiga? – inquirió Jean Marco.
- Sorry… no pudo venir. Se fue temprano porque se sentía mal.
- Que pena – dije
- Bueno… entonces no tengo nada que hacer acá – dijo Jean Marco
- No, quédate. Yo me voy en un momento.
- ¿Qué? – no podía creerlo. Odette nos conto que tenia problemas y debía de irse rápido. Le pedí a Jean Marco que me esperara en la esquina. Necesitamos hablar un rato, si? Mi amigo aceptó.
- Que paso con lo que hablamos – comencé, cuando vi a mi amigo lo suficientemente lejos.
- Lo siento, sigo con mi enamorado.
- Pero…yo pensé
- No te hubieras hecho muchas ilusiones. Jonathan y yo llevamos mucho tiempo. Pero quiero ser tu amiga, si quieres puedo ser tu mejor amiga.
Forjé una sonrisa. Sin una palabra más me fui. Si en ese momento hubiera sabido que no la volvería a ver, seguro habría aceptado ser su mejor amigo. Al finalizar el año, Odette y su familia viajaron a Trujillo, y lo que al principio pareció ser un viaje de vacaciones, terminó siendo una mudanza definitiva. No volví a saber de ella. Quizá en estos momentos está enamorada, alimentando una relación duradera. Seguro se casara y entra hijos. Eso que importa ahora.
Mi tarde termino en la casa de mi amigo. El pobre farfullaba palabras de consuelo, que terminaban siendo incoherentes o no tan bondadosas, escuchando música en su cuarto e imaginando la muerte de Jonathan. Odette correría a mis brazos, me pediría perdón y seriamos felices para siempre. Como extraño esas épocas.
Cuando llegue a mi casa no me alcanzaba el tiempo para nada, ni siquiera para cenar. Busque mis cosas y corrí a la clase de clown.
De regreso en mi casa, devore lo primero que encontré en la olla y luego me fui a dormir pensado que mañana seria un día diferente. Por lo pronto debía estar tranquilo pues nos toca educación física. Tal vez le pediría a Carmen, una muy buena amiga del salón, que me ayude con aquella linda niña de primero que conocí ayer y me gusta muchísimo.




El día en el que dije que no diría nada

Era otro día caluroso de verano. El sol había salido con más intensidad en aquella ocasión, hasta el grado de convertir todo mi cuerpo en una regadera humana. Recuerdo que ese martes salí a buscar a mi prima para que a su vez llame a su amiga Leslie.
- Esta bien- aceptó - podemos ir a jugar básquet – al pronunciar “básquet” , Clara, mi prima, dibujó unas comillas con sus dedos en el aire – por qué no llamas a Manuel – sugirió.
Luego de asentir con la cabeza, corrí a buscar a mi amigo (uno muy bueno en ese entonces). Cuando él por fin hubo aceptado (después de haberle rogado mil veces para que viniera con nosotros) regresé a mi casa. Así pues, me bañé, cambié de ropa, y bajé de nuevo para buscarlos.
- Clara ya llamó a Leslie - me comunicó Manuel cuando apenas salía de mi casa.
- Si, ahorita viene – confirmó mi prima. Clara siempre tuvo una voz media chillona y a pesar de ser simpática y hasta linda no podía superar a Leslie. A los lejos la silueta de una chica se aproximaba a nosotros: era Leslie, caminando solo como ella era capaz de hacerlo. Guau!, pensé. La miraba maravillado, sintiendo un impulso descontrolado por acariciar su cabello, oler su perfume; tenerla junto a mí era lo único que necesitaba para refrescar este día tan caluroso. Ahora estaba a solo unos pasos. Vi sus ojos café, su tez blanca, su pelo castaño y lacio. Me enamore de sus caderas y su figura curvilínea. Era perfecta para mí.
- Hola Clara- esa voz tan dulce. Intente no soñar con su aroma, sin embargo, para ese entonces parecía una misión imposible – hola Manuel. ¿Cómo estas? Alex - ¿Cómo estas Alex?, soñando con tu cuerpo, deseando tu perfume, admirando tus ojos…
- Bien - ¿bien? Solo bien?, vaya! Que expresivo suelo ser. Leslie me dedico una tierna sonrisa. A continuación inclinó su cuerpo para hablar con Clara, desde luego que yo hice lo mismo con Manuel.
Después de un largo rato de conversar, cada quien por su cuenta, decidimos ir a “jugar básquet” ¿Por qué Clara seguía dibujando comillas en el aire? resolvimos ir a una canchita no muy lejos de ahí. Hicimos lo de siempre: pasamos por los mismos parques, las mismas casas y las mismas calles. Mientras seguíamos el camino, Clara se aproxima a mí (dejando a Leslie con Manuel hablando delante de nosotros).
- Le piensas decir? – preguntó
- Qué cosa? - inquirí
- Que te gusta pues tonto – me dice con una cierta picardía en su rostro.
- No lo se
- Dile!, yo sé que no te va a decir que no- dicho esto, se adelanta y jala a Manuel del brazo hacia otro lugar. ¿que significaba ese juego de palabras? Acaso Leslie le dijo algo? Le gustare de verdad? Me acerco a mi amiga. Yo llevaba la pelota en las manos, al ver eso Leslie me la saca y empieza a desafiarme: a que no me la quitas ¿pero quien piensa en jugar en ese entonces? Yo quería besarla no perseguirla cual si fuera un loco. Por fin acepto su reto, voy a por ella. Después de algunos minutos de: yo tengo la pelota; no! Yo la tengo; ahora yo! Optamos por buscar a mi prima y Manuel.
Fuimos hasta un parque para asegurarnos de que no estuvieran ahí. En efecto, no había señales de ni uno de los dos. Exhaustos buscamos un escaño.
- Leslie…- empecé. Pero el momento se vio interrumpido por la presencia de su ex enamorado, que aunque no se acercó fue de mucha molestia. Me sentía atrapado en una telenovela mexicana.
- Qué? – me preguntó
- Yo… quiero hablar contigo.
- Conmigo? sobre?
- Si, quiero preguntarte algo y es muy serio – sentí que mis mejillas se ruborizaban, mis pelos erizaban y que me acechaba una plaga de pulgas por todo mi cuerpo produciéndome un escozor crónico. Leslie sabía lo que le diría pues se puso un poco nerviosa y algo colorada, que dicho sea de paso, la ponían de un color perfecto.
- Dímelo así- me dijo, mirando al cielo – que es?
- Tu… - era hora de la verdad y no tenia la intención de irme sin probar sus labios - a ti… - había ensayado tantas veces ese momento y ya era todo un experto. Nada podía salir mal – a ti… a ti aun te gusta Manolo? - ¿Qué? ¿a ti aun te gusta Manolo? ¿Cómo podía ser tan idiota?
- Ah!, era eso- me miró fijamente , contandome que ya no siente nada por él porque es un mal hombre, un descarado y muchas cosas más.
El día en el que dije que no diría nada. En realidad no lo dije pero muy en el fondo lo sabía. Leslie siguió siendo mi amiga, hasta la fecha lo es. Nunca llegamos a ser enamorados y nunca llegue a besarla.

viernes, septiembre 05, 2008

Con las disculpas de Neruda...

Aqui unos poemas que escribí hace algunos meses en mi afán por conquistar corazones, terminando siempre como el conquistado que el conquistador. Pensé en desecharlos porque con la poesia no me llevo bien, sin embargo una vocecilla fastidiosa dentro de mí me convenció a colgarlos. Espero que les guste. Si nos les gusta, no importa, tengo otros.
Te odio
Te odio. te odio porque siempre trataste de imponerte. Te odio porque nunca me dijiste lo que sentias.
Te odio por dejarme ir y seguir viviendo sin mí. Te odio porque el ya no es aire si tu no estas conmigo. Te odio por tener que obligarme a reacer una vida que se acostumbró a tu presencia. Te odio por enseñarme el camino de la felicidad y luego arrebatármela como si no existiera. Te odio porque hiciste que te odie. Te odio sin saber hacerlo;y, te odio porque solo me queda eso de tí.
No quiero conocerte
No quiero conocerte, no por el hecho de no querer saber nada de tí sino por no saber aceptar que eres humana y puedes equivocarte.
No quiero conocerte por el temor de descubrir que piensas diferente, sin embargo, tu personalidad me atrae más a tí. No quiero conocerte, para nunca decirte lo que siento pues si se hiciera realidad dejaria de soñar y dejaria de escribirte a todas horas que eres más que un recuerdo.
No quiero conocerte para no darme con la sorpresa que eres igual a las demás, si me equivoco disculpame.
No quiero conocerte, ni tenerte cerca sintiendo tu calor aunque sea tu calor lo que más deseo. No quiero enamorarme, ni quiero que te enamores solo quiero escribir para tí y dejar que lo demás fluya.
No quiero conocerte!... aunque te conozca y te tenga tan cerca de mí.
Epístola a lia
La primera vez que te ví fue la primera vez que me sentí debil, solo, vulnerable. El ego y la soberbia que llenaban todo mi ser, se vió disipado por la belleza de tus ojos, dejándome aún mas debil que antes. Ya los días se volvieron interminables, si no tenia el dorado de tu cabello entre mis dedos.
Aborresco mis labios que no responden cuando mi corazón le pide a gritos que se confiese tu eterno enamorado. Amo a los tuyos, pues callan sabiamente si los mios no saben de que hablarte.
Odio la soledad, culpable de mis temores, que no me deja pensar, me tiene recluido, no me permite avanzar. Ahora siento no poder respirar si no estás cerca. Ahora tus ojos es lo que necesito para seguir...
Sentí, también, que los caminos que nos separan son los que a su vez nos unen. A veces te miro y me pareces inalcanzable, intocable.
Rayos, parece que no he nacido para querer ni para que me quieran. Eres perfecta, mas yo cual poema de amor imposible me cubro de inseguridades e indecisiones, esperando cono final ese si anhelado que haria dichoso hasta al más duro de los corazones.
Solo ruego al cielo que me de vida para verte feliz, si es que tu rumbo fuera apartado del mio y mi mano no pueda retenerte, conservando esa sonrisa entre esos labios que me enamoraron de tí, y me siguen enamorando.