Llora, maricón. Llora por ser el monstruo que juraste, maldita sea, nunca ser y que ahora solloza mirándote a través del espejo. Llora para que la gente sepa que los hombres también lo hacen-en muchos casos, inclusive más que las mujeres-. Llora y quejate y golpea la pared y el suelo y jalate los cabellos y vuelve a llorar. Llora, maricón, que el amor de tu vida lo hace por tu culpa. Y no dejes de hacerlo aunque sepas que tus lágrimas no solucionaran nada pues ya las palabras están dichas y las acciones todavía duelen en el alma.
Quisiste ignorar al monstruo que bajo tu pecho se ocultaba. Pretendiste no ver las señales, y albergaste, cándido y estúpido, la esperanza que dormiría bajo tus mandatos. Viviste un año tras otro riéndote de las insolencias del destino y prometiendo no volver la cabeza sobre tus pasos para jamas pensar en el final. Pero te equivocaste.
-Callate- gritas, monstruo.
Sus sollozos penetran por tus oídos y golpean una y otra vez.
-Callate que no te he hecho nada.
Y mientras improvisas una buena razón y pretendes disculparte por el error cometido ella se reduce con el cuerpo y oculta la cabeza entre las piernas para que, de esa manera, no pueda oír más tus lamentaciones de bárbaro arrepentido.
Y bárbaro como eres sabes llorar.
Estás acabado, monstruo. Estás muerto en vida, imbécil. No te quedara nada, maricón. Y lo errores cometidos hoy harán eco mañana.
Por qué no le haces un favor al mundo y terminas ya con tu existencia.
Nota del autor:
La locura me va bien -me gusta en realidad serlo la mayor parte del día-, pero debemos tener en cuenta que no todo lo redactado en este blog son hechos palpables o reales.
Un abrazo.
1 comentario:
No todos los hechos son reales. Me lo imaginé, pero son hechos imaginados. Y lo imaginado no nace de la nada. Algo existe en e fondo.
Saludos cordiales,
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