sábado, diciembre 26, 2009

Escribo




Escribo.
Proso poesía en medio de la obligada noche, fumando un cigarro y arrepentido de los errores que no quise cometer por temor a equivocarme, a arrepentirme de defraudarme, pero que lloraba en silencio.
Y sigo escribiendo.
Y espero la noche se haga eterna, olvidando las lágrimas que no llore y ahora dejo escapar cansado de hipocresía.
Y escribo.
Y escribo mentalmente su nombre, ahogado en sus besos, mientras las letras se hacen conmigo. Y me dejo llevar pues la única manera de amar es llorando y amando y odiando las limitaciones del cuerpo y el tiempo.
Escribo, entonces.
Escribo porque escribir es lo primero que deseo hacer antes de marchar a la muerte. Escribo estando convencido que no podré hacer otra cosa en mi vida, y que lo demás es solo el complemento del camino, el defecto de lo inevitable, el susurro de los envidiosos –críticos temerosos al arte y la aventura-. Escribo porque, según pienso, he sido bendecido (o maldecido) con ese cosquilleo en la sien y ese desenfreno en el corazón. Escribo teniendo la seguridad que no podría hacer otra cosa. Lo hago porque mi vida a sido lo suficientemente cabrona para hacerlo, por esos años en los que perdí enamorado de todas y de nadie, por culpa se ese maldito no sé qué; y, sobre todo, porque estoy acorralado, preso de ello.
Y ya no hay poesía.
Y me inspira ella.
Me inspira la vida, los años, ella, los libros, el amor, el odio, la tortura, la guerra, la paz, dios, el mal. Me inspira mi vida, llena de todo, llena de nada. Lo hago para enamorarme, para ilusionarme, para esperar, ansioso, el momento donde todo esto acabe y termine por aceptar que mi futuro es ser abogado, en el peor de los casos, o periodista, en el mejor, y uno que recibe ordenes y entrevista tanto escritores como vedettes y les dice eres lo máximo, te leo, te veo, te admiro, te añoro. Lo hago sabiendo que no soy bueno y nunca lo seré. Escribo para darle la contra a los que me dicen que mejor siga los consejos de mi madre y piense en otra cosa, que lo que quiero no es carrera y no me dará ninguna satisfacción.
Escribo porque así me lo exige la consciencia –que me obliga a ser, a pesar de todo, escritor-. Escribo porque leo. Escribo porque me gusta hacerlo. Escribo porque… porque… bueno, se me acabaron las excusas.

miércoles, diciembre 23, 2009

No llores, mamá dijo es navidad.


En algún lugar del mundo alguna madre le recuerda a su hijo lo que la mía hizo hace veinticuatro horas: ya casi es navidad. Ese hijo, tan incrédulo y desinteresado en las cuestiones afectivas, arqueará una ceja, preguntándose por qué demonios mamá le recuerda lo que le recuerdan todos los días los anuncios publicitarios, las viejas en los supermercados, los papanoeles de los centros comerciales, las misas de todos los domingos, y un larguísimo pero no menos importante etcétera. Mamá le contará, entusiasmada, los preparativos para tamaño acontecimiento: la cena, los regalos, el árbol, las luces; y el hijo, reo ya de la vehemencia maternal, deseará regresar por donde salió hace veinte años con tal de no escuchar ni una sola silaba más del asunto, aunque, para estos momentos, sea demasiado tarde.
La conversación, sin querer queriendo, será larga y aburrida, con discusiones constantes pues el hijo odia comer pavo y espera no haga tan dulce el chocolate, y la mamá sabe que el hijo necesita vitaminas y respetar la tradición navideña y por eso no le deja continuar con la perorata y prefiere seguir contándole sus planes para noche buena: vienen tus tíos de provincia, el señor Arturo regresa de Madrid, Jorge, el esposo de tu tía, viene de Santo Domingo, debemos cambiar los manteles ¿a qué hora llegas de trabajar ese día? No me hagas gestos y dime porque necesito tu ayuda. El hijo, sabedor resignado de la mala suerte, espera el fin de la noche mientras se pregunta ¿de qué sirve navidad?
“Navidad no sirve para nada”, estalla el hijo, de pronto, agotado de los compromisos forzosos a los que asistiría, enojado por independencia que no tiene pero quiere tener a como de lugar, asqueado de tanto y tanto navidad y navidad y regalos y dinero y cena y pavo y chocolate y blah blah blah. La mamá, que entiende mejor que nadie al hijo, se hace de pie, ahogando un sollozo, le dice que luego hablaran, que no quería molestarlo con su ideas, que su intención había sido solo compartir con él algo de le hacia mucha ilusión porque en navidad todos debemos estar unidos, hijo, y recibir así la llegada del niño dios, amor.
“El niño dios se murió hace cientos de años, ma, y ni siquiera nació en esta fecha”, dice el hijo.
“No digas eso, no puedo seguir escuchándolo”, contesta la mamá, caminando presurosa a la salida. “No te das cuenta que estás hablando mal de dios”
“Me importa dos pepinos, ma, ese tío y yo no nos podemos ver ni en pintura”.
“No puedo creer que un hijo mío esté hablando de esa manera. Parece como si yo no te hubiera traído al mundo, sino el enemigo”.
“Ma, deja ya los sermones religiosos que bien sabes no creo nada de eso, y mi único problema es tu afán con una cena y unos regalos que nadie agradecerá pero si disfrutaran con sus caras regordetas y rosadas. Date cuenta, mujer”.
“No voy a seguir escuchando”.
Entonces mamá abre la puerta y el hijo sabe ella no volverá la cabeza para escuchar una disculpa porque lo conoce como nadie y él no la dará. Sin embargo, mamá hace algo que lo sorprende: se detiene un segundo, regresa la mitad del cuerpo y pronuncia, reteniendo una lagrima: creí que podría compartir mi felicidad contigo.
El hijo no habla, ve a mamá irse y no la detiene, no le pide disculpas, no le dice que la comparte y pasará navidad solo porque a ella le hace feliz. No lo hace. Y se sabe un idiota. Se pone de pie, golpea la pared de su cuarto mientras suelta un insulto en silencio, mientras es torturado con la consciencia de su mal comportamiento, mientras reniega contra “esos” que “enseñan que diciembre es y siempre será el mes de los regalos y la hipocresía y los robos a mano armada”, y por culpa de “esos” le había gritado a su madre y le había dicho todo lo que pensaba pero que ella prefería no conocer nunca.
El hijo llora, entonces, odiando a todo y todos, maldiciendo sus ánimos para la maldad y la cobardía. El hijo llora y piensa: viviré para navidad solo porque mamá lo quiere de esa forma.
No bajará a pedirle perdón pues sabe mamá ya lo hizo. El hijo respira y piensa, antes de cerrar los ojos: aun me falta el regalo de Esteban.

martes, diciembre 15, 2009

Envidia

Envidia (en latín, invidia)
La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Francisco de Quevedo





-Shhh…
-Qué sucede.
-Shhh… Te digo no hables, pueden escucharnos.
-De quien estas hablan…
-Shhh… No sacaré la mano de tu boca si no prometes cerrarla. Promételo. Entonces, olvídalo. Tranquilo, eh, tranquilízate que pueden escucharnos, o, peor aun, vernos. Ya te dije que lo prometas…
-Cómo esperas que te lo prometa si prefieres asfixiarme. Qué sucede, Adal.
-Es él, es ella, son ellos.
-Quienes.
-Los ves.
-Si. Son los hijos del patrón y la señora, juegan en la piscina, como siempre.
-Segurito ahora “esa” andará pensando en llamarnos para llevarles más cocacolas y frutas. Fíjate si no son insoportables, con esas caritas de niños bien y esa piscina que hasta parece un lago, mientras “esa” se toma la tercera copa de la tarde, antes del almuerzo.
-Shhh…
-Ahora eres tú que quieres que me calle.
-Te pueden oír. Si deseas ser despedido, bien, pero lo que soy yo…
-Lo que eres no lo puedo nombrar, ni pensar, prefiero esperar que llegue la calma de nuevo. Me entristece ver tanta alegría junta, entre tanta buena onda y tanto calor. Uf! Hay que ver como brilla el sol hoy. Y me preocupa que la señora y sus crías dejen todo sucio y tenga que amanecerme limpiando y sacudiendo y alimentando al perro y al gato y sirviéndole la cena al señor y la ultima copa a la señora. Pero no me extraña que a “esos” no les preocupe ni una gota. No lo dudo. Si lo tienen todo. Total, hermano, ellos son los que firman el cheque a fin de mes.
-Shhh… te digo; si sigues con eso te dejare hablando solo.
-Solo es como estoy rodeado de toda esa gentuza de labios rosados y billeteras abultadas. Solo. Y solo como sé estar seguiré hablando lo que nazca de mis pantalones (no tan finos ni caros como los del señor).
-Les tienes envidia.
-Ni envidia ni mucho menos, se llama recelo (busca en el diccionario) es todo; y, te lo pido, no sigas con esos sermones de sacerdote que no te pinta.
-La envidia es para los débiles, y pareces uno.
-Dante Alighieri dijo que…
-¿Quién?
-Alighieri, bruto, Dante Alighieri.
-…
-Dijo, en La Divina Comedia, que a los envidiosos, en el infierno, los obligan a coser sus ojos para no amar los bienes de los demás. Si debilidad es tener la valentía de coser tus propios ojos pues ignoro que es tener coraje. Y no me cambies de tema, hermano mío, y mírelos de nuevo, aullando como lobos, sacudiendo sus cuerpecitos mojados sobre el gras recién podado mientras la mami bebe el ultimo sorbo de whisky. Es asqueroso saberse un miserable cuando la dicha baila sobre la mierda, hermano, y come caviar, vomitando bilis en la clandestinidad de sus desprecios de personas bien, de viajeros, de peregrinos salvajes, de hijos buenos de dios.
-No entiendo.
-Eres un bruto.
-Y tu un pelotudo. Me voy.
-Vete.
-Qué harás…
-Beberé de mi sangre.
-…
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.

sábado, diciembre 12, 2009

14 de diciembre


Velo danzar, señor de señores, con pasos torpes y desesperados, indiferente al futuro. Velo danzar, con la gracia de un cisne y la belleza de un dios; acariciando su cuerpo con las manos y respirando el aire del arte y el placer. Velo, señor, pero no le diga nada que pueda estropear aquella felicidad efímera que se inventó y ahora lo vuelve a la vida, lo regresa a la tierra pero siendo ahora un mundo distinto para él, para ella, para ellos.

Pero la vida no es vida sin problemas ni temores, sin alegrías y tristezas; sin esas cosas que entienden más, los bien entendidos que nosotros, pobres nosotros, los pesimistas naturales. Y, sin embargo, siendo vida es interesante vivirla. 

Ya qué más da… Nacimos, ¿Podemos acaso retroceder y pedirles a nuestras madres que nos regresen por donde nos sacaron?, ¿podemos negarnos la posibilidad de vivir lo que inevitablemente estábamos destinados a vivir? No, por supuesto, y por eso, solo por eso, voy a brindar esta noche, esta mañana, esta tarde, y todos los días que me esperen de ahora en adelante.

Veinte es un número mágico. Veinte es el número de veces que he borrado estas líneas para intentar volverlas digeribles. Veinte son los años que he visto la puesta del sol y el nacimiento de la luna, ahí cuando menos uno lo espera, y ahí cuando más la necesitamos. Veinte veces traté de enamorarme. Veinte veces tropecé. Veinte veces pensé en ser escritor o dedicarme a cualquier otro oficio mejor remunerado y menos sacrificado.

Veinte, veinte, veinte y veinte. Y tal vez me arrepienta de todo esto el martes por la mañana, cuando la cabeza me explote de tanto alcohol y cigarros, de tanto ¡salud! Y ¡salud! Y de tanto y tanto que me digan “ya eres adulto, alexito”, “cada vez más viejito, amiguito”, “qué es eso, una cana”; y yo, oh, señores, hoy no contestaré interrogantes tan complicadas de analizar y discutir, hoy me limito a beber este liquido entre ramón y blanco que con tanto cariño me ha preparado mi honorable papá. 

Ay, ay, sigo, sigo, y no me pidan detenerme que hoy ando con la chispa prendida. A ver si retomo lo del principio.

La danza se vuelve impecable, su andar de hechicero sobrehumano forma el aura de calor que necesitábamos para sobrevivir a esta noche particularmente fría. Y es que, mi señor, ha visto la muerte, y sabe que verla, contra todo pronostico, lo ha llenado de vida. Así como oye, señor, la muerte estuvo rondando su puerta, esperando que lo dejen entrar, pero él, tan listo y poderoso como sabe ser, no lo permitió. Se aferró a la pequeña luz que llameaba en la habitación. Recuperó, entonces, las energías y ahora danza al compás de la música, al ritmo del amor y la ilusión, desinteresado de las artes oscuras y cauteloso con el veneno de los enemigos. 

Y danza y vive y llora y goza y se sostiene, y no hay dolor ni sufrimiento. Es un dios, ahora, y solo tiene veinte años.

Y mis veinte años no dolerán más, señores. No dolerá porque he decidido solo escribir, he decidido disfrutar con lo que hago y gozar con el placer de mis versos de amor y de odio, embriagado de mi, de ella, de mis novelas, de mis cuentos, de mis libros, de todo lo que ustedes comprenden y no pueden si quiera mencionar.

Es mi cumpleaños y por serlo no quise regalarme un post con esencia sino con nostalgia, con alegría.

Y seguiré danzando al ritmo de mis propias canciones, pensando en el siguiente paso, en el siguiente relato, en el siguiente pecado. Y pensaré mientras escribo, mientras disfruto este último sorbo de ron y decido ir en pos de todo, todo, absolutamente todo.

Esperen conmigo.

La gloria es el siguiente paso.

El escritor se salvó de morir ¿acaso algo puede detenerlo ahora?

viernes, diciembre 04, 2009

Soberbia




Soberbia (En latín, superbia).

“Cómo caíste del cielo, oh lucero, hijo del alba! Fuiste echado por tierra, tú que abatías a las naciones” - Isaías 14. 12

“Sobre las altas nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” - Isaías 14.14




No puedo ver: estoy ciego. Ciego de amor, de odio, de pena, de amargura.


No debo ver. No me esperes porque no iré.

Y, sin embargo, camino, respiro, pienso, lloro.

Lloro como lloran los hombres cuando se saben perdidos en el triunfo de sus caprichos, que aprendieron a ir tras lo deseado y no pararon hasta alcanzar el clímax del placer y el poder. Y no tengo miedo. No temo porque aprendo a ver, aunque ciego y sordo ande por el sendero.
Pero las nubes desaparecen.


Desaparezco en la vanidad de la plata y el éxito. Escucho las sonrisas y los halagos. Pienso: soy más; soy perfecto; soy único e inmortal; he logrado todo lo que en mi vida deseaba y todo lo que no. Mentiría si lo negara. Blasfemaría si agradeciera a un dios inexistente porque nunca movió ni uno de sus dedos omnipotentes, omniscientes y omnipresentes para conspirar por mi gloria; construí las escaleras al paraíso con mi propio sudor, con mi propia sangre, entregándome, sin peros ni porqués, a los talentos que no heredé pero que obligué a nacer y desarrollar en todo este tiempo. Y ahora duermo, rodeado de rosas y perfume, en el edén de mi inteligencia, de mi conciencia, de mi sabiduría, de mi fortaleza.
Empero, la ceguera duele.


Duele. Duele y no lloro.


Lloro.

Sollozo en la eterna clandestinidad de mis pensamientos. Pensamientos que fueron corrompidos. Y los corrompedores huyen, lavándose las manos cual Pilatos, quedándose sordos, de pronto, ante las preguntas que se esconden en la profundidad del alma del corrompido. El corrompido que sabe y sabrá siempre se hizo solo, sin ayuda de nadie –porque eso los culpables le hacen creer-, y que las miradas de admiración solo es un complemento, que aquellos impresentables no entenderán ni conocerán nunca el dulce sabor del placer, la fama y el poder.


Ya no hay dolor.


Y soy más, mejor, perfecto.


Y “él” solo es un error en mi pasado.


Y yo, siempre magnifico, bello, listo, sabio, poderoso, rey, dejo atrás la esclavitud de sus ideas de amor y piedad. Y, entonces, termino siendo YO, YO, Y, por un maldito demonio, SOLO, ABSOLUTAMENTE SOLO, YO.


NON SERVIAM, CARAXUS!!!...

martes, diciembre 01, 2009

Una visita especial

Hoy nos visita Dayan desde su "Kasa de Papel" , regalandonos un texto digno de recordar.

Los invito a leer mi relato, por cierto, en su acogedora Kasa.

"Ágil, listo, inteligente, profundo, impacte, electrizante. Dayan nos enseña, con este relato, que su calidad narrativa no cree en fronteras ni límites, y lleva más allá las emociones del ser humano.

"Una bocanada de crudeza, inquietudes y temores. Un fino relato hecho con la pluma de una joven y talentosa escritora."





Escuchándolo en casa, hasta que un día decidiste dejarnos, yo prometi que te buscaria, pero jamas imagine encontarnos así.
Hoy he decidido caminar más lento que de costumbre... Un paso a la vez, solo esto me permiten mis frágiles y débiles piernas, bañadas en sangre... cierro los ojos, y trato de olvidar tu aroma, trato de olvidar tus manos sobre mi.. Camino por las calles, y las personas miran hacia otro lado, tal vez no me ven, o tal vez solo desean ignorarme.. O tal vez solo deseo no estar entre ellos... puedo percibir el aroma de ese liquido rojo, que corre a través de mi piel.. Mi cabello está aún hecho un desparpajo... mis ropas estaban sucias, llenas de lodo, pero más allá de esto, yo estoy llena de furia, de dolor.. llena de impotencia.

Recuerdo que caminaba pensando en lo tarde que había despertado esta mañana, mire mi reloj.. Eran las 7.40, si apresuraba el pasó el regaño seria tal vez menor, tal vez solo se quedaría en una llamada de atención.. en ese momento, sentí como mi brazo fue victima de un jalón, que me hizo detener mi paso te miré, y sentí una mirada penetrante y decidida, eso fue lo único que logre ver.. Después de eso, mis ojos quedaron en un obscuro silencio.. Escuchaba voces que indicaban un trayecto, una ruta. El vehiculo en el que íbamos, no sabia de precauciones, de altos, no! Dábamos muchas vueltas, tal vez solo era para desubicarme en espacio.

Llegamos a un lugar húmedo y frió. Se percibía el aroma a descompuesto.. Yo temblaba de miedo, perdí la brújula del tiempo, no recuerdo cuanto tiempo había pasado desde el episodio del puente. Me vendaste los ojos, con un paliacate rojo, comenzaste a tocar mis labios, me decías que me portara bien, y todo estaría bajo control, que yo me permitiera disfrutarte… las lagrimas comenzaban a ahogarme. Tu lo disfrutabas, me besaste, me succionabas el oxigeno, yo sentía tu lengua dentro de mi cavidad… y sentía un profundo asco. Después me despojaste de la blusa, y comenzaste a tocarme con agresividad.. Me repetías que lo disfrutara, que después de todo, tu sabias que yo lo deseaba. De pronto acariciaste mis piernas, y comenzaste a golpearme con la hebilla de tu cinturón, llevabas una navaja, y comenzaste a dibujar tu nombre en mi pierna, me decías que jamás olvidaría este día, este encuentro. Comenzamos a forcejear, fue fácil vencerme, pues a estas alturas, yo había perdida las ganas de sobrevivir, lo k le pasara a mi “despojo de cuerpo” era algo que ya no importaba.

Me penetraste, una y otra vez, y seguías golpeando mi cara.. perdí la cuenta de las veces que me gritabas puta, me dijiste que este era mi final, que yo había provocado todo.
Que te excitaba con las minifaldas que usaba, que meses atrás ya me habías deseado, y que habías planeado todo.

Al fin, tal vez 2 ó más horas más tarde, decidiste que era suficiente, que mi cuerpo ya no te servia para más. Así que me azotaste contra el suelo, y comenzaste a patearme, no se si el dolor tenga un limite, pero yo era incapaz de moverme ante tus golpes. De pronto, un silencio se apodero de la habitación y solo mi débil respiración se escuchaba, comencé a llorar, a gemir de dolor.. Mi mano se desplazo hacia mi cabeza algo se apoderaba de mi… era miedo?

Estuve tirada en esa habitación, por unas horas.. Después intente ponerme de pìe, y salir de esa fria y horrible habitación.. ahora camino por la calle, con el único deseo de tirarme en medio de la banqueta, y perderme en un profundo sueño…
Mi pierna aún me punza.. Pero lo que mas me punza, es ver tu nombre gravado en mi... Pusiste tu firma, como la plasma un artista al finalizar una obra.... solo que ese nombre me es familiar.. Pase años escuchandolo en casa, hasta que un día dicidiste dejarnos, yo prometi que te buscaria. Jamás encontrarnos así.